El viento es aire que se mueve de una zona a otra como resultado del calentamiento del sol sobre la tierra, de la rotación del globo terráqueo y de las irregularidades de la superficie de la tierra. Esto se debe en parte a que los rayos del sol inciden en diferentes partes de la tierra con diferentes ángulos, pero también porque la tierra tiene océanos, montañas y otras características orográficas, que hace que algunos lugares se calienten más rápidamente que otros. Como resultado, dado que la temperatura de la superficie afecta a la temperatura del aire, hay bolsas de aire caliente y de aire frío. Cuando el aire se calienta, las moléculas de aire se mueven más rápido, se expanden y se elevan. Cuando el aire está más frío, las moléculas se ralentizan, se juntan y descienden. A medida que suben las bolsas de aire caliente, el aire frío entra para reemplazarlo. A este movimiento de aire lo llamamos viento.
Así, la fuente de la energía eólica es la fuerza del viento, un recurso natural inagotable en tanto que depende del sol, y que está disponible de manera más o menos continua. Por esto la energía eólica es renovable.
La energía eólica es la transformación de la fuerza del viento en electricidad. Las palas de un molino eólico capturan la energía del viento y giran, convirtiéndola en energía mecánica. El eje de la turbina está acoplado a un generador eléctrico que produce electricidad gracias a la transmisión de la energía mecánica procedente del viento a través de una caja de cambios que aumenta la velocidad en el eje del generador. La cantidad de electricidad que puede producir una turbina depende de tres factores principales: la velocidad del viento, la densidad del aire y el área barrida por las palas. Normalmente las turbinas eólicas generan electricidad a velocidades del viento entre 4 a 25 metros por segundo. Por su parte, la densidad del aire es función de la altitud, la temperatura y la presión del aire. Las turbinas en localizaciones a gran altitud son generalmente menos productivas que las ubicadas cerca del nivel del mar.
Sin embargo, aunque en origen el recurso eólico es renovable esto no significa que la transformación de la energía del viento en electricidad no genere indirectamente residuos y emisiones contaminantes en el proceso de construcción de las turbinas, las torres, las cimentaciones, etc. Al respecto, el avance tecnológico de los últimos 40 años ha conseguido turbinas cada vez más eficientes. Informes científicos internacionales indican que las emisiones de CO2 a lo largo de la vida útil de una turbina eólica, incluyendo su construcción, transporte, funcionamiento, mantenimiento, incluso desmontaje, ha disminuido de 40 a 13 g CO2-eq/kWh entre 1980 y 2030. Esto ha sido posible gracias a la disponibilidad de turbinas más grandes, más potentes y con mejores factores de producción, es decir, con mejor aprovechamiento del viento.
Así, la energía eólica no es una fuente de cero emisiones, pero sí es una fuente de energía baja en carbono: cuando una turbina eólica genera electricidad, lo hace utilizando únicamente el recurso del viento. Y las emisiones de CO2 que corresponden a su construcción, montaje, etc., se cubren aproximadamente con seis meses de su funcionamiento con energía limpia, proporcionando décadas de energía de cero emisiones.
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