Para explicar mejor cómo son el presente y el futuro de las centrales térmicas, vamos a desarrollar primero algunos aspectos sobre ellas, como qué son, cómo funcionan, para qué sirven y qué tipos existen.
Dentro de las llamadas centrales eléctricas, existen varios tipos que se clasifican en función de la fuente de energía que emplean para generar electricidad. Si quieres, aquí puedes ver un mapa completo con la ubicación de cada central eléctrica que funciona en España.
Las centrales hidroeléctricas, aprovechan la fuerza del agua en cascadas y embalses para generar energía eléctrica mediante el movimiento de una turbina. También hay centrales eólicas, cuyas turbinas se mueven por la fuerza del viento y en 2017 supusieron la segunda fuente de energía más importante en el mix eléctrico español. Otro tipo son las centrales fotovoltaicas y solares térmicas, que transforman la energía radiante del sol. Incluso en algunos países existen centrales mareomotrices, que aprovechan los cambios de las mareas para producir energía eléctrica.
Además de estas centrales, que funcionan con fuentes de energía renovables, existen otras que tienen un gran peso en la generación de electricidad en España. Nos referimos a las centrales térmicas, que básicamente mueven una turbina a partir de un chorro de vapor a presión que se obtiene calentando agua.
Estas centrales también pueden emplear energías renovables para su funcionamiento, por ejemplo, en el caso de las de biomasa o las geotérmicas. Otras no lo hacen, como las de ciclo combinado, que funcionan con gas o gasóleo y aire a presión. Sin embargo, las que más peso tienen dentro del mix eléctrico en España son las nucleares y las que emplean carbón.
¿en qué contexto se encuentra el carbón y la energía nuclear?
Tal y como comentábamos, el carbón y la energía nuclear generaron en 2017 el 38,4% de la energía eléctrica en nuestro país, según datos de Red Eléctrica de España.
Lo que ocurre con estas fuentes de energía es que se alejan de las políticas actuales, que buscan una reducción de las emisiones contaminantes y el máximo aprovechamiento de las energías renovables. Esto afecta de lleno a las centrales que funcionan con carbón, un combustible fósil que hace que las 15 centrales térmicas que lo utilizan actualmente en España sean responsables del 14% de los gases de efecto invernadero de todo el país.
En el caso de las centrales nucleares, suelen suscitar cierta polémica por el temor que genera entre algunos sectores la posibilidad de sufrir un accidente nuclear. El tipo de residuos radiactivos que produce su actividad y la dificultad a la hora de neutralizarlos es el otro principal inconveniente que subrayan sus detractores.
Por otro lado, sus partidarios destacan que los avances en seguridad nuclear garantizan la operación segura de los reactores y que la gestión segura de sus residuos está resuelta. También consideran que la energía nuclear debe formar parte del mix para garantizar el suministro eléctrico con estabilidad de costes y de acuerdo a los criterios de control de emisiones.
Sin embargo, hoy las centrales nucleares son noticia por una cuestión de caducidad: según explica la Sociedad Nuclear Española, estas infraestructuras se diseñan con una estimación de vida de 40 años, aunque no existen limitaciones legales sobre la duración de su operación. Así, este organismo asegura que, si la central está bien mantenida y se realizan en ella continuas inversiones de mejora, la operación puede extenderse más allá de los 40 años indicados.
Algunas centrales nucleares que funcionan en España están cerca de cumplir los 40 años. Este es el caso de la central de Ascó I (Tarragona) o la de Almaraz (Cáceres) que este año cumple 37 años de funcionamiento. Actualmente, en España se encuentran en activo cinco instalaciones de este tipo, con un total de siete reactores.
Centrales nucleares activas en España y año de puesta en funcionamiento
¿Qué futuro tienen estas centrales?
En el caso de las centrales térmicas de carbón, la Unión Europea establece una reducción considerable de emisiones de gases de efecto invernadero a partir de 2020 (concretamente, del 20% respecto a 1990). Además, anunció el fin de las ayudas estatales al carbón en 2018. Por su parte, la Comisión Europea publicó en agosto de 2017 una nueva normativa que endureció los límites de emisiones de gases contaminantes para este tipo de centrales.
Para ajustarse a estas limitaciones, sería necesario realizar inversiones cuantiosas en las centrales térmicas que emplean carbón nacional, que es más caro y tiene una menor potencia calorífica que el importado. Unas inversiones que, con toda probabilidad, no se realizarán porque las compañías eléctricas que las gestionan aseguran que no serían económicamente viables.
En este contexto, parece que las fuentes de energía renovables son la apuesta más segura de cara al futuro, al menos dentro del territorio de la Unión Europea. Sus últimos movimientos así lo apuntan: los Estados miembros se han comprometido incluso a aumentar en los próximos años la cuota de energías renovables dentro de su mix energético.
Así, todo indica que, en los próximos años, las fuentes renovables tendrán un mayor protagonismo dentro de la generación de energía eléctrica. Es decir, las centrales hidroeléctricas, eólicas y fotovoltaicas ganarán terreno.
Estas instalaciones deberán asumir parte de la generación que antes entregaban otras fuentes, por lo que los avances en estas tecnologías continuarán desarrollándose con el objetivo de conseguir una electricidad cada vez más limpia y económicamente eficiente.